Los cuatro primeros principios básicos de la agricultura natural
No laboreo, no usar abonos químicos ni compost preparado, no desherbar mediante cultivo ni herbicidas y no dependencia de los productos químicos*
"Estos cuatro primeros principios básicos de la agricultura natural fueron creados por Masanobu Fukuoka"
Estos cuatro primeros principios básicos de la agricultura natural fueron creados por Masanobu Fukuoka y son de gran importancia para empezar a comprender lo que ésta significa en la práctica directa. Se trata de cuatro negaciones que llegan a su síntesis a través del 5º principio incorporado por Jamchen del “No hacer”, que termina por suponer una posterior afirmación más sutil.
Es así, dado que no se trata de, por ejemplo, un ‘no desherbar’ absoluto y dejar a la naturaleza que lo invada todo con su silvestre, sin dar espacio para nada más, sino más bien de permitir que ella actúe también junto a nuestras acciones de cultivo o precultivo. El “No hacer” no es, no hacer nada.
Estos cuatro principios que contienen esta negación de la intervención humana, aunque con su grado de contemplación que implica la no acción, tienen mucho más que ver con una intervención que permite hacer a la naturaleza -esto es un hacer humano correcto, lo que llamamos “un hacer natural y consciente”-, que con una actitud absolutamente pasiva.
Por esto, continuando con el ejemplo, el ‘no desherbar’ se transforma en una simple siega y acolchado, pero también puede implicar un pequeño desherbar; eso sí, de forma muy selectiva, conociendo cada planta y su función en la naturaleza y siendo muy cautelosos y respetuosos con el entorno.
"los ocho principios son un todo y han de ir unidos en la práctica de la agricultura natural, ellos se interrelacionan y retroalimentan y no son posibles los unos sin los otros."
Es importante entender que todos y cada uno de los ocho principios de la agricultura natural están conectados y se han de practicar conjuntamente, ya que es así cómo todos funcionan y cobran el sentido correcto. Si queremos ‘no labrar’ y, sin embargo, usamos herbicidas para acabar con las hierbas, terminaremos convirtiendo nuestro espacio en un pedrusco de tierra muerta, dura e incultivable.
O si, por el contrario, hemos decidido dejar de usar productos químicos y labramos mucho la tierra, además de tener que enfrentarnos al compactado continuado, estamos dejando el suelo sin apenas actividad microbiana e insectos de tierra, con lo que tenemos que usar fertilizantes extras y acudir a otras prácticas que no son naturales ni conscientes.
Toda esta pérdida de equilibrio y fertilidad natural, en un medio y largo plazo, no sólo interfiere en el buen desarrollo de las plantas, haciéndolas débiles y vulnerables a plagas o patógenos, sino que además destruye toda la buena capacidad natural del suelo y el ecosistema.
Con clara evidencia, no nos sirve de mucho aplicar un principio y otro no, y es por ello por lo que los ocho principios son un todo y han de ir unidos en la práctica de la agricultura natural, ellos se interrelacionan y retroalimentan y no son posibles los unos sin los otros.
Principio nº 1: No laboreo:
"Al no arar ni voltear el suelo y gracias a la acción de las plantas adecuadas, la tierra se mantiene naturalmente mullida evitando la compactación"
Al no arar ni voltear el suelo y gracias a la acción de las plantas adecuadas, la tierra se mantiene naturalmente mullida evitando la compactación que provocan las maquinarias y otras malas prácticas. Las plantas silvestres, con ello, toman un papel principal en la nutrición y en la creación y conservación de la estructura del suelo.
Estas plantas relativamente mantenidas en la huerta, aportan materia orgánica gracias al acolchado de sus partes aéreas segadas que se suman a la paja de la que hablaba Fukuoka, todas ellas imprescindibles para proteger el suelo de la erosión, así como para impedir el crecimiento excesivo de las adventicias que pudiesen molestar demasiado, para dar alimento a los insectos de la tierra, como las lombrices, entre otros, que abonan la tierra y también para evitar la evaporación, ayudando a la conservación de la humedad.
Del mismo modo, las plantas silvestres también actúan a través de sus partes subterráneas gracias a la acción de sus raíces, que introducen aire y diversos nutrientes en las tierras.
Todo en la naturaleza tiene una función y ocurre por algo, solo tenemos que aprender a observar y respetar los procesos.
Cada día somos más los agricultores y agricultoras que buscan minimizar lo máximo posible la labranza, y así evitar tanto la erosión y el deterioro de la estructura de la tierra como la pérdida de materia orgánica, que además da pie a terribles consecuencias como la suela de labor o costras impermeables en la superficie del suelo.
Gracias a la visión pionera de Fukuoka, la labranza se ha puesto en cuestión y ha sido después puesta en práctica por algunos sectores y algunos agricultores naturales, como la promovida desde la asociación ANE en los últimos seis años, y, no hace mucho tiempo, la agricultura regenerativa, por ejemplo.
Sin embargo, y a pesar de que cada vez se hacen más experimentos orientados en este sentido, todavía el “No arar” sigue siendo una práctica minoritaria y la labranza continúa siendo uno de los principales motivos por los que se pierden grandes cantidades de suelo fértil al año.
Existen estados transicionales diversos en el camino hacia el “No arar'
Existen estados transicionales diversos en el camino hacia el “No arar”, teniendo en cuenta multitud de circunstancias posibles y siendo adaptable a cada caso concreto.
Jamchen ha introducido la práctica de los grados de las plantas y el suelo y la reintroducción de algunas prácticas ancestrales, como partes del proceso de transición hacia el no laboreo. También, con el principio de bosque Natural de alimentos y ayudando a la intención de evitar el exceso de laboreo en las tierras, ha recomendado plantar árboles silvestres para comenzar la recuperación de los suelos.
Del mismo modo, ha hablado del uso de la horca como medida de transición aceptable para evitar el no arado, ya que no estropea esencialmente la estructura del suelo y ofrece una oxigenación relativa a corto plazo cuando no tenemos todavía una tierra de grado superior, o plantas aún no domesticadas naturalmente.
Para cultivos de cereal más extensivos, agricultores de la asociación ANE ya han hecho pruebas diversas de no arado con un ligero raspado de superficie antes de la plantación de las semillas, en terrenos que fueron abonados previamente con alfalfas, o vezas. Hay conocimiento también de muchos agricultores en todo el mundo que usaron y siguen usando el método de las bolitas de arcilla de Fukuoka con buenos resultados, esta sería quizás una de las formas naturales conocidas más puras dentro del no laboreo.
Principio nº 2: No usar abonos químicos ni compost preparado:
"No hay necesidad de preparar compost. No digo que no se necesite compost, sino solamente que no es necesario trabajar tan duro fabricándolo."
Fukuoka insistió mucho: “No hay necesidad de preparar compost. No digo que no se necesite compost, sino solamente que no es necesario trabajar tan duro fabricándolo. Si se deja la paja sobre la superficie del campo en primavera y otoño, y se cubre con una ligera capa de gallinacea o excremento de patos, en seis meses estará totalmente descompuesta”.
Él también decía que “si se deja así mismo, el suelo mantiene su fertilidad naturalmente, de acuerdo con un ciclo ordenado de la vida vegetal y animal”.
Ciertamente, el objetivo fundamental de la agricultura natural es crear un entorno que, al tener unas condiciones de fertilidad naturales, se mantenga a sí mismo en condiciones óptimas junto a plantas con diferentes funciones -silvestres y abonos verdes incorporados, como, por ejemplo, las leguminosas que fijan nitrógeno-, a la materia orgánica -que proviene tanto de los restos de plantas como de las hojas de los árboles-, y a toda la fauna que habita en el bosque Natural de alimentos.
"Sin embargo, es difícil que tengamos inicialmente esas condiciones, por esta razón, al igual que sucede con los demás principios, se trata de un camino a seguir"
Todo ello unificado, debería ser suficiente para crear un vergel fértil en el que nuestras plantas agrícolas no sean dependientes de aportes de fertilizantes químicos o compost preparado de ningún tipo.
Sin embargo, es difícil que tengamos inicialmente esas condiciones, por esta razón, al igual que sucede con los demás principios, se trata de un camino a seguir y podríamos necesitar ciertos estados transicionales para llegar a un buen grado de fertilidad de nuestro suelo, de ahí el sentido de los diferentes grados de Jamchen.
Del mismo modo, aparte de lo ya comentado sobre la fertilidad natural de las tierras, decir también que intentar ‘extranutrirlas’, es decir, aspirar a una fertilidad máxima, tal como parece que es requerido por las más modernas tecnologías agricultoras, no es un fin determinado dentro de la agricultura natural, ya que necesitaríamos medios muy artificiales para conseguirlo.
Sin embargo, esto no significa que no haya procesos humanos naturales que necesiten de cierta intervención, e incluso de elaboración, por ejemplo, los casos de nuestros desechos vegetales y los propiamente humanos.
Jamchen dice al respecto que “no cabe la menor duda de que tenemos que intervenir en estos casos, y acumular tales desechos en algún lugar, taparles con hojas o paja de vez en cuando y usarlos cuando naturalmente estén preparados, pero este hecho no conlleva necesariamente un motivo exclusivo de preparación de compost artificial, mucho menos de manera extensiva o industrial. El compost se realiza solo en la naturaleza y, en estos casos de los desechos, con intervenciones muy simples, no es necesario tener grandes conocimientos técnicos.
Debemos ser conscientes de que hay muchos casos de destrozos del suelo y desastrosas pérdidas de tiempo, debido a la sustracción de la materia orgánica natural de los bosques y otros lugares, con la intención de preparar compost preparado, como es el caso del uso extensivo del compost de carbono en la agricultura llamada regenerativa”.
"En agricultura natural, la transición, en este caso, no se contempla salvo estados muy excepcionales que requieren verdaderamente de tiempo."
Con todo ello, este principio no nos indica que no podamos usar en agricultura natural los desechos del tipo que sean, de hecho, es recomendable hacerlo, pero no se toma como un fin a elaborar de manera artificial, sino de un proceso natural de la vida. Estas materias devenidas naturalmente, se pueden considerar fertilizantes naturales y usar, de forma no extensiva, en agricultura natural, pudiendo ayudar a nutrir las tierras que están en procesos de grado más bajo.
Asimismo, hablamos del uso del estiércol animal. Así lo expresa Jamchen: “El ser humano ha vivido hermanado con los animales desde hace milenios, siendo estos animales semilibres, no demasiado extensivos y manteniendo un trato respetuoso por parte de los humanos, no pienso que tenga nada de poco natural y consciente usar su estiércol, pues su origen es fiel y es una práctica milenaria que, con prudencia, no hace daño alguno al ecosistema, si se incorpora en superficie junto al acolchado. El mismo Fukuoka, conociendo esto, recomendaba y usaba estiércol de gallina en sus cultivos”.
La primera parte de este segundo principio habla de no usar fertilizantes químicos y nos lleva a la consideración general del cuarto principio que abandona por completo el uso de cualquier agroquímico.
En agricultura natural, la transición, en este caso, no se contempla salvo estados muy excepcionales que requieren verdaderamente de tiempo. Tal cual dice Jamchen, “el principio del no químico de la agricultura natural hay que tomarlo cuanto antes, evitamos con ello la agricultura de cultivo artificialista que tanto destruye nuestro hábitat, su fertilidad natural y los seres contenidos en él”.
Principio nº 3: No desherbar mediante cultivo o herbicidas:
"Fukuoka lo expresaba diciendo que “las malas hierbas juegan un papel en construir la fertilidad del suelo y equilibrar la comunidad biológica"
Este principio es de vital importancia, ya que dejar a las silvestres crecer por nuestros vergeles o bosques naturales de alimentos, es la clave para encontrar un equilibrio y llegar al climax deseado. Fukuoka lo expresaba diciendo que “las malas hierbas juegan un papel en construir la fertilidad del suelo y equilibrar la comunidad biológica. Como principio fundamental , las malas hierbas deben ser controladas no eliminadas”.
Del mismo modo expresaba que “a medida que el abono verde enriquece y esponja el suelo, las plantas vivaces y los arbustos crecen debajo de los árboles y comienza un rico ciclo de regeneración. Hay ocasiones en que se han formado diez centímetros de suelo orgánico en menos de diez años”
"la mayoría de las veces las plantas colaboran entre ellas, solo debemos mantener un sano equilibrio para que les siga llegando la luz necesaria a nuestras hortalizas y tengan su espacio para crecer"
Las plantas silvestres, aparte de la función alimentaria y medicinal de muchas de ellas, tienen multitud de otras funciones, entre las cuales podemos destacar: Crear y mantener estructura en el suelo, dotándolo de esponjosidad y fertilidad gracias a que son capaces de fijar nutrientes fundamentales, como el nitrógeno y otros tipos que, sin ellas, muchas veces no pueden ser asimilables por nuestras hortalizas, como es el caso de ciertos minerales, atraer fauna beneficiosa, así como alimentar a polinizadores, aportar materia orgánica, crear biodiversidad, dotar de cobertura a la tierra evitando así la evaporación excesiva y el deterioro del suelo, dar fuerza genética natural a nuestras plantas, etc.
El reto en este tipo de agricultura, es encontrar la manera de dejar vivir a lo silvestre sin que nuestras plantas cultivadas se vean totalmente absorbidas por las hierbas. Dejando de lado la idea humana de la competencia entre cultivos, la mayoría de las veces las plantas colaboran entre ellas, solo debemos mantener un sano equilibrio para que les siga llegando la luz necesaria a nuestras hortalizas y tengan su espacio para crecer, sobre todo cuando la planta es más pequeña y débil.
En relación a este principio, Jamchen ha advertido que “hablar de no desherbado para las coberturas -suelo-, es lo mismo, o análogo, que hablar de no desarbolado para los aires, tierras y aguas -ecosistema en general-. Los mismos beneficios que obtenemos dejando las pequeñas silvestres de las coberturas para nuestras plantas de alimento, son obtenidos dejando los grandes árboles y medianos arbustos silvestres para nuestros frutales, así como para todo el sistema de suelo con sus hortalizas, cereales y demás plantas de alimento. Con los árboles y arbustos silvestres, al igual que las ‘malas hierbas’ -que no son tan malas-, también hablamos de controlar y no de eliminar”.
"puede ser necesario algo de desherbaje al principio, así como compostaje o poda, pero estas medidas deben ser reducidas gradualmente cada año"
En relación al tema de controlar el mundo silvestre, debemos entender que, tal como dijo Fukuoka “haciendo la transición a este tipo de agricultura, puede ser necesario algo de desherbaje al principio, así como compostaje o poda, pero estas medidas deben ser reducidas gradualmente cada año”. Con ello, en cuanto al desherbaje, damos también fidelidad al principio de las transiciones introducido por Jamchen, y así argüimos a través de sus propias palabras: “Tomamos consciencia de que necesitamos entrar en el mundo silvestre a través de nuestras intervenciones y no abandonarnos absolutamente a su designio”
Fukuoka incluyó en la segunda parte de este principio el no uso de herbicidas. Retomamos lo dicho en el principio anterior respecto a los fertilizantes artificiales, dando fuerza al abandono inmediato de todo tipo de líquidos químicos para el desherbado, siendo tan dañina esta práctica para el medio ambiente y los seres que lo habitan.
Principio nº 4: No dependencia de los productos químicos:
"La aproximación sensata al control de plagas y enfermedades consiste en cultivar plantas vigorosas en un ambiente equilibrado"
Fukuoka advertía ya entonces que “todavía hay algunas personas que creen que si no se utilizan productos químicos, sus frutales y sus cosechas se marchitarán ante sus ojos. La realidad es que utilizando estos productos químicos, la gente ha creado involuntariamente las condiciones por las cuales este temor infundado puede convertirse en realidad”.
Continuaba diciendo que “los insectos dañinos y las enfermedades de las plantas están siempre presentes, pero no proliferan en la naturaleza en el grado de necesitar el uso de venenos químicos. La aproximación sensata al control de plagas y enfermedades consiste en cultivar plantas vigorosas en un ambiente equilibrado”.
Con todo ello, en agricultura natural se buscan estrategias de prevención y se considera que si se tiene alguna plaga es debido a un desequilibrio, con lo cual, no es idóneo hacerse dependiente de productos artificiales, sino evitar lo máximo posible que nuestras plantas enfermen de manera generalizada, y eso se consigue con un ecosistema sano que mantenga la biodiversidad necesaria.
Por todas estas razones fundamentales, en agricultura natural no se deben usar productos químicos de ninguna manera, ya que esto destruye el equilibrio. También, aunque con mayor grado de transición, con los preparados caseros -llamados naturales- debemos ser muy cautelosos y dejarlos para casos últimos extremos y evitar en todo lo posible su uso.
"Cualquier tipo de insecticida, sea o no casero, si se toma como norma, puede provocar que los insectos beneficiosos también se vean afectados."
Por diversas causas, que normalmente están relacionadas con las malas prácticas, puede haber casos donde los frutales, por ejemplo, pueden ser atacados naturalmente por hongos, causando desastres en la salud de la planta y en la producción, a veces irreparables.
Un preparado simple cola de caballo o de ortiga, podría resolver estos casos de forma muy eficiente de igual manera que las infusiones de tomillo pueden curar una gripe o resfriado en un humano, pero, tal como se ha dicho, la dirección que toma la agricultura natural de forma general, es mantener el equilibrio y fomentar la prevención, pues la naturaleza, si se la deja en paz, aún con sus pérdidas, funciona perfectamente sin nuestra obstinada intervención.
De esta manera, por ejemplo, sería mucho más recomendable plantar ajos, o ajenjos, etc., por las zonas afectadas, que hacer concentrados de ajo para resolver un problema de pulgón. Al final aprendemos que, aunque haya cierto grado de pulgón en nuestras plantas, es precisamente este hecho lo que permite que se instalen los depredadores beneficiosos y continúe la rueda de la vida. Cualquier tipo de insecticida, sea o no casero, si se toma como norma, puede provocar que los insectos beneficiosos también se vean afectados.
Más allá de ciertas cuestiones técnicas sobre ‘lo natural’, lo más importante es que este último principio prescrito por Fukuoka, atiende, más que nada, a la necesidad imperiosa de dejar de usar cualquier tipo de agroquímico sin excepción, incluidas las intervenciones artificiales químicas.
Es por esta razón que Jamchen ha introducido también en este principio, la no dependencia de plantas genéticamente modificadas en laboratorios químicos, abandonando este cultivo artificial con la prioridad urgente de dar fuerzas al cultivo natural, y la conservación, de las plantas originales de semillas fértiles y capaces, que son las que realmente pueden adaptarse a un ambiente natural y dar capacidad a transformaciones genéticas naturales posibles con la intervención de la naturaleza, lo que él ha llamado domesticación natural.
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*Para esta web, la asociación ANE ha querido ser fiel a los enunciados de estos cuatro principios, según los expresó el padre de la agricultura natural contemporánea, Masanobu Fukuoka.Las interpretaciones de tales principios, desde que él los escribiera, ha creado confusiones diversas a lo largo del tiempo, por ello, en las explicaciones expuestas de cada uno, hemos intentado reproducirlos sin perder su esencia y autenticidad, aunque teniendo en cuenta los cambios e innovaciones importantes que se han producido desde entonces.