Hablemos de ciencia y sepamos que ciencia es conocimiento humano. Esta afirmación fue prescrita hace miles de años, allá en los primeros tiempos donde el humano comenzara su andadura pensante, y, desde entonces, todos los pensadores de nuestra historia, no sólo la han confirmado, sino que es la base misma del pensamiento.
Siendo entonces el conocimiento la misma ciencia, sepamos también que hay muchos tipos de conocimiento, por tanto de ciencias, y no me refiero sólo a disciplinas, sino a diferentes maneras de obtener conocimiento, tanto en método como en experiencia. Con todo ello, no podemos hablar de una ciencia única, sino de muchas ciencias. Abarcando todas sus formas, entonces podemos hablar de “la ciencia”, mas, aún queriendo abarcarlo todo, siempre estaremos con un grado importante de invalidez, pues no hay conocimiento humano que pueda ser lo suficientemente amplio para que llegue a ser un absoluto que lo abarque todo.
Sin embargo, tal invalidez del conocimiento no nos deja, necesariamente, en una situación inhábil, siempre y cuando mantengamos un pulso adecuado de aceptación a lo que no podemos llegar. Es por eso que en la Tabla Natural Consciente de la Tierra filosofal (Tratado de Agricultura Natural, vol.1) se dijera que “Es la única voluntad humana, aceptar o no aceptar, lo misterioso e inabarcable que contiene el Ayu. Esta aceptación significa que deja hacer a la gran creación natural, para que ella manifieste sus patrones, y sólo intervienen para su justa alimentación”. La intervención humana que alimenta justamente respetando los ciclos naturales, es la clave de la evolución del conocimiento. La razón de esto es porque, si el conocimiento se acerca a lo que es incognoscible dado por la ley natural, dejándola ser, respetando y observando con atención tal ley, entonces comprende una tendencia hacia la completud. Esto no significa que abarque el todo, pero sí significa que marca esa tendencia, con lo que nos hayamos, sin ninguna duda, en el camino de la evolución de conocimiento, o ciencia humana, y, por ende, de consciencia.
Tal como hemos dicho, la ciencia contiene diferentes formas de hacer, es decir, diferentes métodos de comprensión. De manera general y comparativa, contrariamente a lo que hace la ciencia llamada objetiva, que trabaja desde afuera y actúa hacia dentro, la ciencia de la Agricultura Natural, no olvida lo objetivo, de hecho lo observa y lo piensa constantemente, pero trabaja, fundamentalmente y como método de conocimiento, desde su subjetivo hacia lo objetivo, en un dentro que actúa hacia afuera. En palabras técnicas, la primera usa, fundamentalmente, el método deductivo -gnoseológico por herencia histórica- y la segunda usa el método inductivo, como forma de conocimiento válida gnoseológicamente.
Por diferentes causas y sabiendo de nuestra invalidez, a priori, tanto el método deductivo como el inductivo pueden contener defectos, por eso, la Teoría estética de la indeterminabilidad, previó un temple intermedio entre ambas que rompe con los excesos de lo objetivo y de lo subjetivo. Sepamos de estos defectos: 1.- si totalizamos lo objetivo, lo subjetivo pierde su valor, es decir, si imponemos una ley objetiva porque la consideramos irrefutable y que abarca el todo, entonces perdemos el valor contenido del individuo con su sensibilidad, con lo que no existe ese todo y contiene defectos que podrían resultar fatales. 2.- Si totalizáramos lo subjetivo, impondríamos una ley subjetiva que haría perder los valores objetivos, con lo que tampoco existiría ese todo y contendría también defectos que podrían resultar fatales. No son ni uno ni otro, sino los dos. Esta conjunción, que podría resultar aparentemente contradictoria, se resuelve templando la acción de cada uno de ellos y con acuerdos consecuentes, es por eso que hablamos de indeterminabilidad, digamos que estamos considerando un “efecto de indeterminación” en cada parcela de pensamiento con su acción sobrevenida, que no contiene la indeterminación en sí misma, sino el ejercicio de acoplamiento que se fija temporalmente, con ello, admite la posibilidad de un nuevo cambio, pero siempre dentro de aspectos fundamentales que deben mantenerse. Todo ello, irremediablemente, debe implicar un decrecimiento de nuestro ejercicio pensante-sensible, para dejar libre a que otros ejercicios intervengan y se albergue también en nuestras mentes y nuestras acciones. El resultado es un humano pensante -autónomo y colectivo- en evolución de conocimiento y consciencia.
Pongamos un ejemplo de esto que estoy expresando. Si la ciencia objetiva, con su método deductivo, afirma con consenso de ciencias, que “la variación climática de los últimos miles de años ha sido producida por antropogenia”, es un dato que no puede negarse, pues los resultados ahí están y han sido cotejados desde muchas diferentes disciplinas, sin embargo, esta afirmación no puede contradecir otras afirmaciones innegables que vienen de la inferencia inductiva: “Esta sola afirmación, no es concluyente para pensar en la extinción humana”, u otra: “Yo me afecto psicológicamente de la variación climática en la medida que estoy preocupado”, u otra más: “La despreocupación no es el camino de la resolución del problema de la antropización en el medio”, u otra más: “Albergo dudas y preguntas respecto a las éticas contenidas en las soluciones previstas para evitar los efectos de la antropización”, u otra más: “Siendo el supuesto avance de la tecnología humana causa directa de antropización, el decrecimiento tecnológico es también parte de la solución”, etc. Con el método inductivo, no podemos decir que algunas de estas inferencias no sean ciertas, ni que contradigan a la ciencia objetiva, porque podemos demostrarlo, sin embargo, tales inferencias, para que pudiesen contener credibilidad universal, deben albergar también posibilidad de acuerdo, deben ajustarse a esos primados objetivos que dicen que las acciones humanas son causa directa de cambio climático. En otras palabras, en el ejercicio de indeterminabilidad, desde la inferencia inductiva subjetiva, llegamos a conclusiones universales solamente si son capaces de coincidir con aquellas inferencias deductivas objetivas. Por ello, y del mismo modo, para mantener su fiabilidad, el método deductivo debe contener acuerdo con las inferencias inductivas, pues sólo con deducción no es posible encontrar las conclusiones universales. El ámbito de las inferencias primarias, siempre es hipótesis hasta que no hay sucedido acuerdo desde todo el ámbito del conocimiento, digamos que no podemos considerarlo todavía como conocimiento, salvo en potencia, puesto que se encuentra en el futuro, por eso, necesita del ejercicio de ida y vuelta, desde el individuo sensible al plano objetivo y a la inversa, para que pueda ser suficientemente fiable a la hora de tomar conclusiones de conocimiento.
Estos ejemplos son solo eso, ejemplos para comprender que, sin dudar de los datos objetivos de la ciencia empírica, se puede llegar a albergar acuerdos con otras ciencias. Ahora bien, en el momento que la ciencia objetiva alcance un determinado subjetivo -por ejemplo, vamos a extinguirnos o es irreversible- y no albergue esos acuerdos con las otras ciencias subjetivas, que es todo el pueblo pensante y sintiente, expertos y no expertos, nos encontraríamos en el defecto fatal que hemos mencionado antes. “Vamos a extinguirnos” o “es irreversible” es inferencia subjetiva, es hipótesis futura, y tal cosa, no puede ser considerada como cierta si no contiene acuerdo con las otras inferencias subjetivas, que son múltiples y muy complejas. En democracia esto se resuelve con debate abierto respetuoso.
En muchas ocasiones, la ciencia clásica, en buena medida entendible para los profanos y que antaño resolvía los problemas de conocimiento, no resuelve ahora ciertos enigmas muy relevantes, entre otras cosas porque ya nos movemos en parámetros cuánticos donde lo enorme se hace pequeño, y, lo que es peor, posiblemente manipulable, un lugar que establecido, toda inferencia que no pase por lo objetivo deductivo queda anulada y coja de conocimiento. La alta tecnología humana, que es ciencia puramente objetiva, ha crecido desorbitadamente, hasta puntos casi incomprensibles, lo cual es muy peligroso y nos deja en una situación doble de invalidez: el inmenso misterio de las fuerzas de la Naturaleza y el inmenso misterio de las fuerzas artificialistas.
Tal como ya sucedió en otras ocasiones, ante esta cuestión de las ciencias y el cambio climático, nos encontramos también en debate presente. Desde la ciencia filosófica natural-consciente, yo me sumo al consenso que existe sobre que la causa directa del cambio climático es la antropogenia, y albergo, en una primera instancia y desde esta línea de trabajo, tres bases y propuestas fundamentales de inferencias y de acción en relación al conocimiento:
1.- El necesario decrecimiento artificialista humano, con su analítica, que implique la menor incidencia posible en los procesos naturales, incluido el humano.
2.- La importancia de un crecimiento de consciencia que implique una humanidad capaz de integrar lo sensible con su analítico completo, desde todo el complejo rango de conocimiento humano, y esto incluye a la filosofía, la ética y otras alternativas de conocimiento, así como el desarrrollo, con su fomento, de la evolución y la re-conexión con la experiencia y el conocimiento sensible más sencillo y directo, base propia de la naturaleza humana esencial.
3.- El aseguramiento de la libertad de la naturaleza al mismo nivel que la humana, y esto incluye el libre ejercicio de debate subjetivo respetuoso, entre las muchas otras libertades.
Si ha lugar, quede pues en mesa de debate y seguimos hablando de ciencia.