En los últimos años, Portugal está siendo una referencia en cuanto a sistemas de vida poco explotados por la acción artificialista, tal como fue hace veinte o treinta años España. Cientos -o miles- de Hippies de toda Europa están cambiando sus destinos; nuestro país está dejando de ser libre, ya no interesa. Al principio vinieron los primeros hippies -allá por los años ochenta-. Una década más tarde, les siguieron los demás, y al final, con el pacto internacional firmado con Europa, España se convertiría, por la idiosincrasia de su cultura y su clima, en el mercado emergente de inversiones inmobiliarias y la residencia de la tercera edad. A cambio de vender nuestra cultura y nuestras tierras a precio de oro, a los españoles nos dejaron los mercados energéticos y de telecomunicaciones de Sudamérica. Comienza la expansión económica de España y la segunda subyugación española de los países sudamericanos. La artificialización se expandió, los precios subieron, las costumbres cambiaron. España se convierte en una parte más de la regla, la determinación y las prohibiciones europeas. Ante esta situación, ahora se hace cada vez más inviable una vida para los “pobres hippies” de Europa. ¿Cuál será la siguiente tierra a conquistar y destruir? La respuesta es clara: Portugal.
Los mismos hippies, faltos de ideas reales, aburguesados y cansados del polvo que comieron sus hijos, revenderán las tierras que adquirieron a muy buen precio. Después vendrán los segundos, los europeos de clase dos, pondrán sus piscinas, buscarán vistas al mar, habituarán sistemas de vida artificiales hasta dejar borrado todo rastro de vida auténtica. Y los portugueses se lamentarán después, como hacemos nosotros ahora.
Pero hay un segundo factor acuciante, la destrucción masiva de Portugal ha comenzado. Ya hay millones de hectáreas de bosque quemadas; y cada verano, serán más y más extensiones, hasta que queden varios reductos recónditos. En un reciente viaje he cruzado Portugal por muchos de sus lados y he podido observar de primera mano como el desierto avanza a pasos agigantados. La lluvia no viene del cielo, sino de los árboles y es trasladada desde las costas, a través de las copas arbóreas, hacia el interior ¿Ha de extrañarnos porqué los frentes lluviosos se paran en Portugal y no llegan al centro peninsular? El problema ecosistemático de Portugal es de una relevancia extrema, afecta a toda la península ibérica y debe ser tratada con sumo cuidado. Cuando el desierto llegue al oeste peninsular, y ya hay muchos cinturones creados, todas estas tierras serán un desierto total.
¿Y cómo ha comenzado esta deforestación? Por el norte están quemando los bosques densos autóctonos de pinos y otras valiosas reliquias e instalando industrias madereras productoras de palos. Las zonas de pino deforestadas están siendo sustituidas por eucaliptos, que, una vez crecidos, también se queman porque la madera se usa para hacer papel. La explotación normal del eucalipto de corta y tala en verde es menos rentable que la quema, pues tarda mucho más tiempo en secar y tiene mucho más trabajo. Sin embargo, con la quema, el eucalipto queda seco y listo para hacer pasta de papel. Gracias a estas industrias, los portugueses –y también los gallegos- andan locos por el oro-carbón del eucalipto. Si no lo frenamos, las consecuencias de esta devastadora vorágine terminará en desierto, y no sabemos las consecuencias ecosistemáticas posteriores que puedan llegar a tener.
Era principios de agosto, una ola de calor arrasaba Portugal. Más de cuarenta grados de calor, nubes grises de árboles quemados inundaban el cielo. Sentimos, entre el calor más terrible que jamás antes haya yo vivido antes, la llamada de la madre Naturaleza, indignada, triste, enfadada… El infierno llega a esta tierra, y millones de personas siguen sus vidas artificialistas en las ciudades, esclavizados y continuando apoyando el crecimiento falso, la riqueza ilusoria de la espada de sangre del dinero. Y seguimos sin hacer nada, postrados ante la máquina.
Las ninfas de los árboles observan tristes la escena allá en los recónditos rincones de los bosques que quedan, allá donde el Humano vivió una vez en armonía y equilibrio. En los escombros de piedra, noble musgo e hiedra, los eucaliptos se queman ¿Qué pueden hacer las ninfas? Su fuerza no es suficiente ante la ignorancia humana.
En vosotras, driadas protectoras de los árboles, los agricultores Naturales nos refugiamos. Porque aún creemos en la magia y en la bondad y la Naturaleza innata de los seres humanos. Dejaremos todas las semillas de riqueza natural que podamos, para que un día, cuando el Humano despierte del infierno y cure sus heridas, pueda continuar creciendo en Consciencia. Seguiremos plantando árboles silvestres en nuestras tierras, cuidando de nuestra amada Naturaleza, aunque el desierto y la ignorancia aceche. No dejaremos de creer y de crear vida vegetal, suceda lo que suceda.
Por un buen despertar de la Natural Consciencia.