Muchos de los agricultores naturales elegimos hace muchos años vivir fuera de este loco sistema de consumo, y ahora, con la crisis que nos acecha, el mundo, por fin, decide que ya es hora de refugiarse un poco y retomar los valores fundamentales. Es una tristeza muy grande lo que está sucediendo en el mundo, y no sólo por este nuevo virus y sus consecuencias que tanto nos preocupa a todos, sino también, por el miedo que está generando y la posible escasez de alimentos que ya está en marcha.
Creo que, dada la delicada situación, la Agricultura Natural de España (ANE) debe pronunciarse al respecto.
Hace unos cuantos años que la Agricultura Natural, las permaculturas y otras alternativas, estamos trabajando para afrontar un nuevo paradigma para la humanidad, a sabiendas de todos los riegos que esta sociedad artificialista estaba generando sin freno ni consciencia alguna. Bien, la cosa ha venido por unas vías inesperadas.
Las autoridades sanitarias ya han advertido que la mayoría de nosotros tomaremos contacto con el virus, más tarde o más temprano, con lo que insisten en que sea lo más lento posible para que el sistema sanitario pueda atender los casos más graves. Todo ello, ha generado, aún más, un miedo generalizado en cada uno de nosotros y se contagia casi más que el propio virus, sin embargo, es una simple cuestión de compasión hacia los demás.
Ahora se nos plantean dos cuestiones, la primera, qué hacer para prevenir y evitar, en lo posible, un ataque y propagación rápida del virus y segundo, cómo hacer para que el miedo no nos derrumbe tampoco. Esto es una prueba de fuerza doble y ninguno de nosotros estamos exentos de ello, ni siquiera los anacoretas que llevamos más de 20 años retirados del mundo. Sin embargo, si lo tratamos con calma y toda la sabiduría que podamos, es muy seguro que la Naturaleza colaborará con nosotros, pues somos su propio espejo.
Yo pienso que es mejor evitar los catastrofismos, de la clase que sea, y no pensar ahora en las posibles causas, ni en las consecuencias, sino en cómo afrontar este reto.
Lo más sensato, creo, que es buscar el refugio en nuestros entornos cercanos y preocuparnos y ocuparnos por los nuestros, así como alimentarnos lo mejor posible, intentando evitar también hablar
demasiado de ello. En las ciudades la cosa se agrava más, ya lo llevamos tiempo diciéndolo, el pánico hace que la gente acumule inútilmente los alimentos y enseres necesarios; esto no tiene ningún sentido, lo único que provoca es un colapso del suministro. Ahora mismo, las ciudades deben confiar en sus sistemas de suministros, e intentar disminuir nuestros consumos todo lo que podamos, para que el reparto sea lo más constante y equitativo posible también.
En cuanto al campo, los pequeños pueblos y las aldeas. Debemos confiar en nuestras tribus y gentes vecinas, nuestros campos de cultivo y la ayuda que entre todos podamos darnos. Son tiempos reales de solidaridad, hermandad, recogimiento y humanismo. Estas son las únicas maneras posibles que veo de vencer el miedo. Que nadie se sienta solo, encontrar el refugio adecuado con esas personas cercanas y mantener bien ese centro, para evitar expandir lo menos posible y volver a lo esencial de la vida. Ya llegarán los momentos de expansión, ahora no.
Que nos sirva la alegoría de la almáciga de cebollas, para entonar el comienzo a lo más substancial y germinal.
Nos volcamos en el observar atento de aquellas semillas que fueron plantadas hace unos meses y que muy pronto podremos ubicar en los espacios de la huerta, para que nos dé alimento caliente y secante, tan necesario para las dolencias húmedas y frías que padecemos. En la misma almáciga vemos unos ejemplares de brécoles, en su más tierna adolescencia, y atrás los ajos que también nos ayudarán a satisfacer las necesidades de calor.
Alcemos toda la sabiduría de los tratamientos naturales, comamos alimentos frescos en lo posible, agua en abundancia, muchos ajos y cebollas, infusiones de tomillo, gordolobo y marrubio, orégano, etc., que son las propias de nuestros campos sureños y las mejores aliadas para una correcta limpieza de las vías respiratorias.
Vivamos tranquilos, con toda la sensatez que podamos, continuando con nuestra labor de mejora de este mundo; vivamos la situación que vivamos, no desfallezcamos.
Un abrazo enorme desde la ANE.