El abrazo como patrimonio universal de libertad.

(Dando pasos hacia las polisuficiencias autosuficientes)

En la Naturaleza, cuando se le permite su expresión, las distintas especies de plantas, con sus particularidades personales, conviven unas con otras, en un permanente abrazo hermano. La biodiversidad dota de una fuerza inquebrantable que asegura la salud del ecosistema general, sea cual sea el daño que pueda recibir, tanto desde fuera como desde dentro. Cada planta tiene su vocación, y de manera innata, por su condición natural, ayuda y asegura la supervivencia de toda la colectividad. Entre unas y otras, se proveen de todo tipo de nutrientes y demás elementos que les son necesarios para vivir con todo esplendor, pero hay que entender que no todas las condiciones ecosistemáticas, son óptimas para todo tipo de plantas. Esto hace que se configuren diferentes sub-ecosistemas propios, que, por afinidad y compenetración, pueden vivir en sus condiciones colectivas particulares.

Desde un punto de vista más amplio, esos sub-ecosistemas también están conectados con otros, creando una gran diversidad común, como en una especie de fractal, que a su vez configura otro fractal mayor; y así hasta el infinito. Es por esta razón, que podemos saber que lo más pequeño, es imagen y semejanza de lo más grande, aun percibiéndose la riqueza maravillosa de cada individualidad. Y es por esa razón, que cada individualidad es tan importante como la misma colectividad.

La Agricultura Natural (AN) de Vida Natural Consciente (VNC), transfiere estos sucesos universales para los demás seres vivos también, y, con ello, se hermana con su misma cualidad, como espejo fractal de todo el universo compuesto de vida. Así, cada persona, con su subjetividad, es tan importante como otra, y entre todas se ayudan para la supervivencia de la colectividad. Una colectividad que se hermana, a su vez, con las demás expresiones naturales de su entorno, en una armonía plena. Con todo ello, esa colectividad, afín y acorde a su sub-ecosistema (polisuficiencia autosuficiente), que se realiza en ámbitos pequeños primero y en un contacto pleno, coge su fuerza expansiva para realizarse después con otras colectividades, hasta crear comunidades más amplias. “Desde dentro hacia afuera”, así fue dicho.

El ser humano, por su condición natural, goza de libertad de movimiento; gracias a esta facultad, puede transferir más ampliamente su condición, haciéndose universal allá por donde pasa, haciéndose global y participativa, en una hermosa e inmensa red de conexiones. Sin embargo, si estas conexiones no gozan del pequeño fractal conectado, se queda en una nube virtual que nada tiene que ver con la naturaleza que le es propia, y, como trabaja desde fuera hacia dentro, termina por destruirlo todo.

Toda conexión humana, desde su libertad de movimiento, comienza desde lo más pequeño, y lo más pequeño es el abrazo. El tacto, con ello, configura una de las bases del intercambio. Lo más pequeño es también la vista, así como lo es el olor, el sabor y el sonido. Los sentidos conectados a través de todos los elementos, configuran ese pequeño fractal. Y así de natural, es como se comunican las personas, es como se ayudan, se hacen fuertes y como sobreviven en armonía. Si faltan los sentidos y faltan los elementos de la naturaleza, aire, agua, tierra y calor, entonces, el ser humano se debilita y tiende a la enfermedad y la muerte.

La Asociación nacional ANE, recientemente, declaró el derecho inalienable a un aire puro, como premisa insoslayable para una salud general de la Naturaleza y el humano; ahora, de la misma manera y por razones obvias, declara el derecho inalienable a una tierra pura, a unas aguas puras, a un calor puro y a una libertad de movimiento y contacto personal entre las personas. Nada pueden hacer los habitantes naturales del mundo en las ciudades de asfalto y ante las faces destructivas de un mundo artificialista, pero sí puede hacer mucho desde sus pequeños ámbitos rurales; y, para ello, necesitamos de esa libertad de movimiento, que implica el contacto natural entre las personas y entre el medio natural, pues es lo único que puede asegurar una verdadera fuerza positiva ante cualquier enfermedad inminente.

Por un abrazo natural y primordial, patrimonio de libertad y base de la mejor inmunidad posible.

 

 

 

 

 

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